En un apartamento en ruinas, en una ciudad uruguaya sin nombre, un padre y su hija se encierran y se aíslan del mundo exterior. "El mundo es esta casa," dice Clara. La azotea se vuelve su último y único acceso a la libertad. Hay un solo testigo: el canario. A medida que los vínculos de Clara con el afuera se van extinguiendo--la vecina que deja de venir, el novio cuya existencia es aparente solo a través de un embarazo--la desesperación y la paranoia van tomando protagonismo. Es un abrazo que asfixia, y nosotros estamos aquí con ella, nuestra narradora, aterrados ante lo que trae el devenir